La falta de ideas acelera las crisis sociales

Apareció publicada mi nueva columna “La falta de ideas acelera las crisis sociales” en “Cambio 21”, la que posteriormente fue publicada en “El Quinto Poder” y que,  con ciertas modificaciones, también fue publicada en “El Ariqueño”.

En esta oportunidad hablo de la consecuencia que el menosprecio hacia las ideas ha tenido para nuestra sociedad. En concreto, atribuyo la causa de la actual crisis global a la falta de ideas que circulan en la sociedad. O, para ser justos, a la falta de conocimiento que hay respecto de las muchas buenas ideas que sí existen.

El hecho que una sociedad no valore las ideas (o mejor dicho los poderosos de la sociedad no valoren las ideas) implica que la sociedad en su conjunto carece de las herramientas necesarias para reconocer las densiones. Y al no tener ideas, es una sociedad que no tiene claro su telos (su fin último) y por lo tanto es una sociedad que carece de sentido lo que la convierte en una sociedad precaria e inestable.

Leer columna en “Cambio 21” aquí.

Leer columna en “El Quinto Poder” aquí.

Leer columna en “El Ariqueño” aqui.

Leer columna a continuación:

Las disciplinas humanistas han sido durante mucho tiempo devaluadas y poco comprendidas por la sociedad. Esta incomprensión tiene su origen en tres premisas. Primero: que la actividad es siempre preferible a la pasividad y/u ociosidad. Segundo: que el pensar es siempre pasivo o inerte. Y tercero: que el mundo de las ideas está divorciado del mundo material. Todo esto para decir que se ha instalado la creencia de que las personas que mueven el mundo, los que pueden introducir cambios sociales y los que tienen el poder de afectar la vida diaria de los seres humanos son todos aquellos que “hacen” cosas y que se dedican a las disciplinas “prácticas” mientras que la influencia de los “teóricos” queda limitada a las aulas y la torre de marfil. Pocos leen a los intelectuales y a menos les interesa lo que estos dicen.

Sin embargo, la actual crisis social que está afectando el mundo entero (desde los movimientos estudiantiles en Chile y Canadá hasta los Indignados de Europa y EE.UU) ha servido, entre otras cosas, para poner de manifiesto que la supuesta irrelevancia de las ideas en el mundo “material” no es tal. De hecho, las ideas son tan importantes y fundamentales que tratarlas como irrelevantes y no tomarlas en cuenta para la vida diaria de las personas es lo que en gran parte explica el origen de la actual crisis global. En otras palabras: la crisis del sistema económico y social tiene su origen en el trato despectivo que se la ha dado al mundo de las ideas.

La consecuencia más grave de este menosprecio hacia las ideas es que los gobernantes y ciertos líderes de opinión (seducidos por la ilusión de que la realidad está constituida por “hechos” y por lo tanto no requiere mayor interpretación) se encuentran incapacitados para comprender las causas de los estallidos sociales y, por ende, no disponen de las herramientas necesarias para ofrecer soluciones duraderas a las demandas sociales de los ciudadanos.

La pregunta, entonces, es ¿porqué y de dónde viene este menosprecio a las ideas? ¿A quién le conviene que las ideas no sean tomadas en serio? Lo que ocurre es que se ha ido imponiendo paulatinamente la creencia de que las personas podemos actuar directamente sobre las cosas y que podemos manipular el mundo sin mediar “interpretaciones” o  subjetividades. Como consecuencia de esto ha ganado terreno una visión del mundo donde lo que más importa son resultados que se puedan cuantificar y medir de manera objetiva. Es con este trasfondo, entonces, que la realidad social es vista como un “objeto” que se puede estudiar sin juicos de valor que no requiere de “interpretación”, dónde la economía es una “ingeniería”. En este contexto poco importan los valores éticos y morales; poco importa definir claramente lo que es un “derecho humano” y poco importa clarificar el fin último (el telos) de las sociedades humanas. Lo que importa es “cuantificar”, “medir” y “producir” y no “pensar”, “teorizar” o “conceptualizar”. Por lo tanto, a los que tienen el poder no les parece necesario llevar a cabo estudios de la sociedad humana que involucren temas conceptuales, éticos o teleológicos. Sus estudios sociales son esencialmente cuantitativos por lo que casi siempre se limitan a encuestas y otros estudios estadísticos. De ideas nuevas, nada.

Al creer que lo único que importa son los hechos y el mundo “material”, las ideas no importan. Y como las ideas no importan, los que están en el poder no tienen ninguna que puedan ofrecer para solucionar los problemas que surgen precisamente de ese mundo material al que tanta importancia le dan. El grave peligro de todo esto (dejar que los problemas sociales se prolonguen) es que el nivel de “densión” en la sociedad va aumentar hasta que estas estallan en revueltas sociales. Los que no tienen ideas o menosprecian el mundo de las ideas no pueden reconocer una “densión” porque la única manera de hacerlo es conceptualizando correctamente las relaciones entre las aspiraciones éticas de la gente con las condiciones materiales y “objetivas” de la sociedad. Esta correcta conceptualización requiere tiempo y un tipo de análisis que trasciende cualquier perspectiva tecnocrática.

Es por todo esto que digo que las actuales crisis sociales tienen sus orígenes en el menosprecio a las ideas que permea la sociedad. Al no haber suficiente discusión, debate y análisis en la sociedad, no es posible reconocer una nueva “densión”. Y si no se reconoce una nueva “densión”, nada se puede hacer para corregir el rumbo y así evitar un conflicto social.

Es tarea, justamente, de las disciplinas humanistas el entregar lineamientos generales tendientes a reconciliar los modelos conceptuales que manejan las personas con las condiciones “objetivas” y materiales que se dan en la sociedad. Es decir, son precisamente los que se dedican a pensar en el ser humano y su relación con el mundo los llamados a reconciliar el mundo de las ideas con el mundo material. Son justamente los que se dedican a pensar los que pueden hacernos ver que las ideas importan e influyen en el mundo material. Son ellos los que nos pueden hacer ver que sin ideas, el mundo material no sería un mundo humano; sin las ideas los objetos no tendrían sentido, y sin ideas,  es la sociedad misma la que no tiene sentido. Entonces como la gran mayoría de los gobernantes y líderes de opinión han abrazado la premisa de que la sociedad es reducible a un conjunto de “datos” y “hechos” donde las ideas no son necesarias, nos encontramos inmersos en una sociedad que, para la gran mayoría, carece de sentido. Por eso la quieren cambiar. Porque vivir en una sociedad que no tiene sentido es una sociedad que no tiene valor.

Leave a comment